Una investigación de la Universidad de Ginebra (Unige), que fue publicada en Discover Public Health, señala que los niños cuyos padres tienen reglas estrictas sobre el uso de dispositivos móviles durante la noche duermen en promedio 40 minutos más cada noche.
Este estudio se realizó mediante cuestionarios a 329 estudiantes de entre los 13 y los 15 años en el 2021 y mostró que los escolares a los que sus padres les prohíben el uso de teléfonos inteligentes en los dormitorios o su uso en la noche llegan a dormir más de cuatro horas y media extra cada semana.
Mientras que otro estudio del 2020 realizado por Unisanté de Lausana, Suiza, señala que jóvenes de 14 años tenían 12 veces más probabilidades de pasar más de cuatro horas al día frente a una pantalla en 2020 en comparación con 2012, y esta exposición excesiva tenía consecuencias negativas en la duración y la calidad del sueño.
Aunado a eso, anteriores estudios en Suiza indicaron que el número de adolescentes que pasa más de cuatro horas del día frente a una pantalla se multiplicó por 12 entre 2012 y 2020.
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Algo que también resultó interesante de la investigación de Ginebra fue que otros tipos de restricciones, como limitar el tiempo diario frente a una pantalla o establecer una hora para acostarse, no tienen un efecto significativo en la duración del sueño.
En un comunicado, Unige señala que más tiempo de sueño (a una edad en la que se recomienda dormir nueve horas, pero en la que a menudo los adolescentes descansan entre siete y ocho horas) repercute en una mejor medida, atención y estabilidad emocional, reduciendo además el riesgo de padecer ansiedad y depresión.
Para Kevin Mammeri, doctorando del Departamento de Neurociencia Básica de la Unige, quien es también principal autor de la investigación, los padres deben involucrarse, porque ello influye en la salud y éxito de sus hijos.
La neurocientífica Virginie Sterpenich señala que las escuelas también deben jugar un rol en el tema con talleres de concientización sobre la importancia del sueño en un momento en el que muchos estudiantes se van a la cama con su móvil y no hay una clara distinción entre el tiempo de sueño y el del internet.