Ecológicamente incorrecta
Lo confieso: me encanta darme baños calientes con la bañera llena. Lo confieso: me encanta darme baños calientes con la bañera llena. Mi esposo intenta siempre aguarme la fiesta: “¿¡No te da vergüenza desperdiciar...
Lo confieso: me encanta darme baños calientes con la bañera llena.
Lo confieso: me encanta darme baños calientes con la bañera llena. Mi esposo intenta siempre aguarme la fiesta: “¿¡No te da vergüenza desperdiciar así el agua!?” Y mi hija, de seis años, le echa leña al fuego: “Estás matando al planeta”.
Sin embargo, yo pongo mi grano de arena, de verdad. Ya no dejo correr el agua mientras me cepillo los dientes. Lleno la bañera sólo hasta la mitad… cuando mi marido está en casa. Voy al supermercado con mi propio minicarrito rodante y, como debe ser, digo “no” a las bolsas de plástico. No tengo auto, aunque tampoco me atrevo a subirme a una bicicleta. En una ocasión incluso quise cambiar el detergente en polvo para la ropa, lleno de fosfatos, por un jabón ecológico, pero no podía vivir sin el olor a vainilla del suavizante sintético.
A menudo voy a la tienda de productos orgánicos, aunque la chica de la caja se mueve en cámara lenta porque vive de zanahorias y coles. También los clientes están lánguidos.
Sé muy bien todo lo que debo hacer, pero algunos días sencillamente no estoy de humor para salvar la Tierra. Las comidas envasadas en porciones individuales son un crimen, pero resultan muy prácticas. Los aerosoles son nefastos, pero los desodorantes en barra me aterran: ¿para qué querría tener todo pegajoso el vello axilar? No siempre tiro las pilas viejas en el depósito especial: me falta la energía.
¡San Leonardo DiCaprio, potencial salvador del planeta, ruega por mí! En penitencia, prometo darme una ducha de agua fría, a oscuras y con jabón de lodo del Mar Muerto.
Anne Roumanoff es una popular humorista francesa. Reside en París.