Cuando pensamos en pobreza, casi siempre imaginamos ingresos insuficientes, falta de vivienda digna o dificultades para acceder a servicios básicos. Pero en la Ciudad de México existe un tipo de pobreza silenciosa que afecta a más personas que cualquier otra: la pobreza de tiempo.
De acuerdo con el Método de Medición Integrada de la Pobreza (MMIP) —utilizado por el Consejo de Evaluación de la Ciudad de México— el 57% de los habitantes de la capital vive con una grave escasez de tiempo libre. Es decir: más de la mitad de la población no tiene espacio suficiente para descansar, convivir, realizar actividades recreativas o simplemente desconectarse del estrés diario.
Este nivel supera incluso a la pobreza por ingreso (36.5%), lo que revela una realidad contundente: en la Ciudad de México no solo falta dinero… falta tiempo.
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¿Qué es la pobreza de tiempo?
A diferencia de otras metodologías en México, el MMIP considera el tiempo como parte del bienestar. No se trata solo de tener recursos económicos, sino de poder disfrutar la vida sin que la rutina diaria se convierta en una carga imposible de sostener.
Una persona experimenta pobreza de tiempo cuando:
- Sus traslados consumen horas cada día.
- Sus jornadas laborales son largas y demandantes.
- No cuenta con redes de apoyo para el cuidado de hijos, adultos mayores o tareas del hogar.
- Siente que no tiene espacio para sí misma, ni para actividades que mejoren su salud física o emocional.
En una ciudad de ritmos acelerados como la CDMX, esta pobreza se vuelve un problema masivo y persistente.
¿Qué tan grave es el problema?
Los datos del MMIP muestran que la pobreza de tiempo, aunque disminuyó del 65% en 2018 al 57% en 2024, sigue siendo la carencia más extendida, incluso por encima del ingreso, la vivienda o la salud.
En esos mismos seis años:
- 850,000 personas salieron de la pobreza multidimensional.
- La pobreza extrema cayó del 19% al 9%, su nivel más bajo.
- Mejoraron indicadores de telecomunicaciones, educación, vivienda y salud.
Pero la falta de tiempo se mantuvo como la sombra detrás del avance social: una carencia que cuesta más reducir que cualquier otra.
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¿Por qué la CDMX tiene tanta pobreza de tiempo?
Detrás de este fenómeno hay tres factores principales:
1. Movilidad agotadora
Para miles de personas, llegar al trabajo puede tomar 1, 2 o hasta 3 horas por trayecto.
Eso significa menos descanso, menos convivencia familiar y más estrés acumulado.
2. Condiciones laborales demandantes
Turnos extendidos, horas extra no pagadas y disponibilidad permanente por mensajes o llamadas laborales han borrado la línea entre casa y trabajo.
3. Sobrecarga de cuidados
Especialmente para las mujeres, que al llegar a casa siguen realizando labores de cuidado, limpieza y organización.
Este punto es tan importante que la CDMX impulsa un Sistema Público de Cuidados para aliviar la carga doméstica y permitir que más personas recuperen tiempo personal.
¿Por qué importa tanto el tiempo?
El tiempo libre no es un lujo: es un derecho relacionado con la salud y el bienestar.
Vivir sin tiempo suficiente se asocia con:
- Más estrés y ansiedad.
- Mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares.
- Menor calidad del sueño.
- Relaciones familiares tensas.
- Menor productividad y creatividad.
En resumen: sin tiempo, la vida se vive en automático.
¿Qué propone el estudio para mejorar esta situación?
La Jefa de Gobierno, Clara Brugada, destacó que reducir la pobreza de tiempo será una prioridad, y que la solución pasa por dos grandes líneas:
1. Mejorar la movilidad
Reducir tiempos de traslado —especialmente en zonas periféricas— puede recuperar hasta 2 horas al día para miles de familias.
2. Fortalecer el Sistema Público de Cuidados
Guarderías, centros de día, servicios comunitarios y apoyo para cuidados compartidos pueden liberar tiempo para quienes más lo necesitan.
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Un nuevo enfoque de bienestar para la CDMX
El Modelo de Medición Integrada de la Pobreza permite ver algo que antes se ignoraba:
aun cuando una familia mejora sus ingresos, si no tiene tiempo para vivir, sigue enfrentando pobreza.
Este cambio de perspectiva ayuda a entender por qué tantas personas en la capital sienten que “no les alcanza la vida”, incluso cuando sus condiciones económicas y materiales han mejorado.
Y, sobre todo, abre la puerta a políticas más humanas, enfocadas en lo que realmente hace la diferencia en la vida diaria: el tiempo para descansar, convivir, cuidarse y disfrutar.