¿Cuál es la anécdota familiar más graciosa que tienes?
Invitamos a nuestros lectores a enviarnos anécdotas graciosas sobre sus seres queridos. Esta son las mejores entre el alud que recibimos.
Como le dijo ese padre modelo, Homero Simpson, a su prole cierta vez: “Recuerden niños que, ante los demás, somos una familia bonita y normal”.
Cuando a mi hija de cinco años le dio una infección viral, la llevé al médico y, tomándole las manos, le advertí:
—Ahora el doctor va a sacar un poco de sangre…
Con un tono de curiosidad, la niña respondió:
—¿De quién?
Faye Hintz
Cuando le dije a mi hijo de cuatro años que no olvidara usar el escusado al levantarse, él repuso molesto:
—¿Y voy a tener que hacer eso todos los días hasta que esté viejo?
Penelope Inan
—¿Cómo te fue en tu primer día en el kínder? —le pregunté a mi hija.
—Bien —dijo—, pero quieren que regrese mañana.
Shirley Sprague
No sabemos cómo, pero a mi sobrino de tres años, James, se le trabó el triciclo con la bicicleta de otro niño. Mi hijo de cuatro años, Rowan, se quedó mirando con asombro cómo James destrababa el triciclo paciente y eficazmente, y al final, dirigiéndose a nosotros, exclamó:
—¡Es un genio!
B. O.
En una cena familiar, mi sobrinita Mackenzie se puso a mirar y tocar el anillo de boda de mi padre.
—Nunca me lo quito —le dijo él—. ¿Y sabes por qué? Porque amo a tu abuelita.
—Ella sí se quita el suyo —replicó la pequeña.
Elizabeth Veldboom
En la iglesia, mi hijo de tres años insiste en ser él quien ponga el donativo en el cesto de la colecta. Un domingo, cuando le acercaron el cesto, alargó el sobre y preguntó en voz alta:
—¿Y cuándo va a venir Dios a recoger su paga?
Chris Allen
Mi ex esposo invitó a su nueva familia y a la mía a la fiesta de graduación que le organizó a nuestro hijo. Confundido al ver a tanta gente, mi sobrinito preguntó quién era el padre de mi hijo y, cuando se lo señalé, añadió:
—¿Y conoces a ese señor?
Laurie Strand
Yo heredé la prominente nariz de mi padre. Una mañana, después de haber dormido muy mal, me senté en la orilla de la cama.
—¿Qué te pasa, querida? —me preguntó mi esposo.
—No pude dormir. Tengo la nariz toda congestionada.
Él se levantó con calma, caminó hasta la puerta y dijo:
—Voy por la bomba destapacaños.
Lisa Boudreau
Un ejemplo de las diferentes personalidades de mis vástagos: mi hijo adolescente me compró un bonito collar; mi hija dice que quiere heredarlo cuando me muera.
Jenni Phomsithi
Llegó en el correo un libro que había yo pedido. Lo desenvolví y me puse a hojearlo. En la otra cabecera de la mesa estaba Sean, mi hijo de 21 años, haciendo lo que me pareció un ademán de querer ver el libro. Se lo alargué, pero él me detuvo:
—No, mamá, iré a sacar la basura. ¿Qué podría hacer yo con un libro?
Mary Kelley
Cuando su hija de seis años y su hijo de cuatro salieron corriendo a jugar con un nuevo juguete, mi hermana se sentó a disfrutar una taza de café y un preciado momento de tranquilidad. La paz se hizo trizas cuando mi sobrino entró a la casa llorando.
—¿Qué tienes, cariño? —le preguntó su madre.
—Mi hermana me dice “Cambio” todo el tiempo —contestó él entre sollozos, y muy frustrado arrojó al suelo su nuevo walkie-talkie.
Melissa Johnson
—¿Puedes jugar conmigo? —me preguntó mi hijo de edad preescolar.
—En este momento no —le respondí—. Tengo muchísimo trabajo que hacer en la casa.
Él, tomándome la mano y con la sabiduría de quien ha vivido muchas vidas, repuso:
—Mamá, te voy a dar un consejo: cuando en el kínder me dicen que haga un trabajo, no les hago caso, y así no tengo que hacer nada. A mí me funciona. ¿Por qué no lo pruebas?
A. Caldwell
La caída del cordón umbilical de mi bebé recién nacido levantó mucho revuelo. Por eso fue lógico que cuando le estaba yo cambiando el pañal, su hermana de ocho años lo señalara y preguntara con aprensión:
—¿Eso también se le va a caer?
Susan Wise
Mi hijo y su esposa estaban empeñados en tener un hijo varón, y Trey llegó a los dos años de nacida su cuarta hija, Bridgette. Cuando tenía seis años, Trey le dijo a Bridgette:
—No tengo con quién jugar. Quisiera que fueras niño.
—Mejor alégrate de que no soy niño —repuso ella—, porque si lo fuera, me llamaría Trey y tú no existirías.
Bettie Cashion
En cuanto llegamos a la granja porcina de mis tíos después de un largo viaje en auto, mi tía salió corriendo a recibirnos. Tras los abrazos y los besos, papá le preguntó por mi tío.
—Está en el establo con los puercos —contestó ella—. ¡Anden, vayan a verlo! Les será fácil encontrarlo: es el único que lleva sombrero.
Monique LaPerle
Al entrar a la sala de la casa sorprendí a nuestra gatita sentada en una mesa lateral, olfateando la copa de vino de mi esposo.
—¡Bájate! —le grité.
Mientras ella saltaba al suelo, les dije a mi marido y a mi hijo:
—Nunca la había visto hacer eso.
—¿En serio? —respondió mi hijo con un tono despreocupado—. Nosotros la vemos beber de tu vaso todo el tiempo.
Rebecca Pervere
Después de oír la explicación de la reproducción humana con ejemplos del reino animal, el hijito de mi hermana le preguntó:
—¿Así es como nacimos?
—Sí, así es —contestó su madre.
Tras pensarlo un momento, el niño señaló a su padre y preguntó:
—Y él, ¿de dónde salió?
Kathleen O’Hara
—Yo entiendo que un bebé se pueda parecer a su mamá —le dijo mi hijo de nueve años a la enfermera de su escuela—, pero, ¿cómo se puede parecer a su papá?
Al tener dudas sobre cuánto sabía el niño sobre el origen de los bebés, ella quiso salirse por la tangente.
—Es una buena pregunta —le respondió—. ¿Tú a quién te pareces?
—A mi tío.
Penny Gregory
Mientras señalaba un retrato mío de hacía tres décadas, mi nieta de cinco años me dijo:
—Abuelito, la próxima vez que te corten el pelo, que sea así.
El problema es que en ese entonces no tenía calva la mitad de la cabeza.
Allen Jochim
En cierta ocasión en que mi madre sufrió una racha de fuertes dolores de cabeza, la convencimos para que acudiera al médico. Ya en el consultorio, el doctor le preguntó:
—¿Ha visto en estos días algún destello de luz o auras?
—No sé —respondió mamá—. No he tenido los lentes puestos.
Judy Kelley
Un día en que mi hermano despertó a su hijo para llevarlo a la escuela, el chico no quería levantarse.
—Dame un minuto —dijo—. Estoy viendo avances del sueño de mañana.
Kimberlee Woodward
Mientras mi esposo y yo leíamos la carta en un restaurante, le hice ver que él pocas veces hacía caso de lo que yo decía. Desde luego, él no estuvo de acuerdo, y bajamos la vista a la carta en silencio. Tras algunos incómodos minutos, dije con ironía:
—Creo que me va a dar jaqueca.
—Está bien, cariño —me respondió él—, pide lo que quieras.
Ángel Salamanca
Mi nuera le contó a su hijo de tres años que lo habían operado del cerebro cuando era un bebé.
—¿Por qué tuvieron que operarme? —preguntó el niño.
—Porque te estaba creciendo algo en la cabeza.
Su siguiente pregunta fue:
—¿Era una flor, mami?
Marilyn Lindberg
Mi hijo de tres años entró al baño justo cuando yo salía de la ducha. Mientras yo buscaba mi bata con de-sesperación, él me tranquilizó:
—No te preocupes, mamá. No me voy a reír.
Ella Robbins
Cuando mi hija se fue a estudiar la universidad a otra ciudad, empezó a acumularse su correspondencia del banco, de manera que una mañana tomé el teléfono para avisarle.
—Abre un sobre para ver qué es —me dijo.
Así lo hice y le advertí:
—Dice aquí que tu cuenta tiene fondos insuficientes.
—Debe de ser un error —replicó—. Todavía me queda un montón de cheques.
Patty Happy
Mamá tenía un molinito decorativo en el jardín. Un día una tormenta rompió una de las aspas, y el molino se sacudía al girar. Papá le dijo que “se encargaría” de él, y lo emparejó rompién-dole el aspa opuesta. Mientras lo hacía, mi mamá comentó:
—Con este marido, espero no romperme nunca una pierna.
Gerald Loffredo
—¿Vas a tener un niño o una niña? —me preguntó mi sobrino de cuatro años al ver mi barriga de embarazo.
—No sé —le respondí.
—¿Y cuándo lo vas a decidir?
Cindy Forish
Cierta vez que mi madre me preguntó si me parecía que tenía ella algún hábito molesto, le hice ver que después de decir algo suele pedir la confirmación de su interlocutor. Se quedó pensando unos momentos, y después reconoció:
—Sí, eso hago siempre, ¿verdad?
Bill Spencer
Mi nieta adora tanto a mi cachorro de chihuahueño, que un día me preguntó:
—Abuelita, cuando te mueras, ¿me puedo quedar con Romeo?
—Claro que sí —le contesté.
Llena de emoción, respondió:
—¡Bravo! ¡Ya quiero que llegue el día!
Barbara Correy