Así es la vida: Mi madre anota libros que le interesan
Llevo en mi bolso varios trozos de papel en los que mi madre ha anotado títulos de libros que le interesa leer para que se los compre...
Gran hallazgo
Hace poco conocí por casualidad a mi nuevo equipo deportivo preferido. Se trata de un equipo femenil de boliche llamado “No puedo creer que la bola no se haya ido por la canaleta”.
Jacqueline Tessman, Estados Unidos
Llevo en mi bolso varios trozos de papel en los que mi madre ha anotado títulos de libros que le interesa leer para que se los compre si llego a encontrarlos. Cierta vez, mientras caminaba yo por la calle, me topé con un contratista que trabaja en la zona. Tenía yo urgencia de que me hiciera algunos trabajos en la casa, así que le anoté mi nombre y número telefónico en un pedazo de papel que saqué de mi bolso. Justo cuando estaba por entregárselo, vi anotado en el reverso el título de un libro. Decía: La noche es mi mejor momento, seguido de un “Besos” escrito por mi mamá. Todavía me pregunto qué habría pensado el contratista si se hubiera llevado ese papelito a su casa.
Joanne Campbell, Irlanda del Norte
Una noche de juerga puede dejar a los parranderos bastante atolondrados al día siguiente, como lo demuestran los siguientes mensajes de texto:
• “Me desperté a las 4 de la tarde, tumbado boca abajo en el piso de madera de mi sala. Se podría decir que caí muy bajo otra vez, pero creo que acabo de encontrar mi lugar favorito para dormir la mona”.
• “Anoche, un amigo mío cambió todos los contactos de mi teléfono celular. Hasta ahora, Batman, Donatello y Hermione Granger me han enviado mensajes de texto”.
• “¿Por qué hay un sándwich clavado en la pared?”
• “Lo siento, me quedé dormido. Llegaré allá en cinco minutos. Si no es así, vuelve a leer este mensaje”.
Tomado de textsfromlastnight.com
Hace poco estaba yo en la sala de espera de un hospital charlando con una mujer que, como yo, llevaba puesta una bata. En eso llegó otra paciente y preguntó en son de broma si íbamos a ir todas a una fiesta. Sin inmutarse, la mujer con la que estaba yo hablando echó un vistazo a la sala y luego dijo:
—Sí, pero cómo odio encontrarme mujeres ¡que llevan el mismo vestido que yo!
Libby Falconer, Canadá
Entré a una cafetería y, apenas me senté, una sonriente mesera se acercó para ofrecerme una taza de café. Justo cuando iba a darle un sorbo noté una marca de lápiz labial rosado en el borde, así que alargué el brazo para tomar una taza limpia de la mesa; resultó que ésa también tenía una marca rosada.
—Disculpe —le dije a la mesera, señalando las manchas—, estas tazas están sucias.
—¡Ay! —exclamó—. ¡Estas tazas idiotas tenían que ser blancas!
Nancy Setter, Estados Unidos
Cierta vez, mientras mi esposa y yo esperábamos a que cambiara la luz roja de un semáforo, a un metro de nuestro coche se detuvo un auto con una música atronadora.
—¡Qué barbaridad! ¡Este tipo se va a quedar sordo antes de que cumpla 25 años! —exclamé, molesto.
—Y eso no nos va a servir de nada —replicó mi esposa—. Simplemente, subirá más el volumen.
Kenneth Skaught, Canadá