Prehistoria digital
Jonathan, mi hijo de cinco años, y yo recorríamos el Museo Real de Alberta cuando nos topamos con la representación de unas pinturas rupestres. Aproveché para explicarle que los primeros humanos se comunicaban a través de dibujos.
Muy emocionado, él exclamó:
—¡Fueron los primeros emoticonos de todo el mundo!
Lora Bestwife, Canadá
Mi madre y mi hijo Jacob, de seis años, salieron juntos de paseo un día e iban en un tren repleto de gente. De pronto, el niño preguntó:
—Oye, abuelita, ¿eres prostituta?
Ella lo miró horrorizada, pues todos los pasajeros voltearon a verlos.
—¿A qué te refieres? —le preguntó en voz baja a mi hijo.
—Ya sabes —respondió él—. ¿Eres católica o prostituta?
Jeena Summer, Reino Unido
Un día estaba buscando, un poco desesperada, el control remoto de la televisión. En eso se acercó mi hijo de cuatro años, y le dije:
—Oye, Iker, ¿no has visto el control?
—Sí, mamá. ¡Sí lo vi! —respondió el niño con toda seguridad.
—¿Dónde?
—En mis sueños —fue su inocente respuesta.
Claudia Balderrama, México
La maestra de catecismo estaba enseñando el tema de los Diez Mandamientos a su clase de niños de cinco y seis años. Tras explicarles el significado de “Honrarás a tu padre y a tu madre”, les preguntó:
—¿Hay algún mandamiento que nos enseñe cómo tratar a nuestros hermanos y hermanas?
Sin siquiera pestañear, uno de los chicos del grupo (el mayor entre sus hermanos) exclamó:
—¡No matarás!
Corrina Williams, Reino Unido
El otro día mi hijo Luke, de ocho años, quiso jugar a “Adivina la canción”. Cuando empecé a tararear nuestro himno, el niño de inmediato supo de cuál se trataba. Luego, comenzó a tararear lo mismo que yo.
—Cariño, es nuestro himno —le dije—. Acabo de escogerlo.
—Sí, ya lo sé, pero ¡yo lo estoy tarareando en francés! —replicó.
Veronica Rankin, Canadá
Una vez mi esposa, nuestros dos hijos y yo viajamos en avión a Miami para embarcarnos en un crucero. El aterrizaje fue complicado, pues en ese momento soplaba un viento muy fuerte. Como no me gusta volar, estaba muy asustado, así que volteé a ver a mi hijo de ocho años y le pregunté si podía tomarme de la mano. Él sacudió enérgicamente la cabeza en señal de negación, y dijo:
—¡Contrólate, papá! Tienes 48 años.
No me quedó más remedio que tranquilizarme.
Murray Swanston, Estados Unidos
Mi hijo de tres años estaba jugando a las escondidas con su papá. De pronto, se volvió hacia nuestro perro y le dijo:
—Dixie, ¡escóndete! —Como el perro no obedeció, se quejó—: Papá, ¡Dixie no quiere esconderse!
Mi esposo le explicó que el perro no había entendido, y que esconderse era muy complicado para el animal.
Entonces, mi hijo se volvió nuevamente hacia el perro y le dijo:
—Está bien, Dixie. Entonces, ¡te toca contar!
Laura Croft, Canadá