Lo que los demás ven de ti (y tú ni enterado)
La imagen es precisamente qué perciben los demás de ti y, lamentablemente, a veces no coincide con el auto concepto que nos formamos.
¿Cuántas veces te has escuchado o visto en una grabación y piensas “no parezco yo”? Una imagen congruente es el terreno más deseado: acortar lo más posible la distancia entre lo que deseamos transmitir y lo que se percibe al exterior.
A continuación te compartimos algunos aspectos que participan en este proceso, de tal manera que puedas trabajar y ser consciente de los estímulos que emites.
El sistema olfativo nos ayuda a detectar rápidamente olores nuevos y extraños, pero se cansa rápido, experimenta lo que se denomina “fatiga olfativa”; al paso de algunos minutos, el cerebro empieza a filtrar como información inútil los olores habituales recogidos por la nariz.
Considerando lo anterior, es posible no percibir nuestro propio aroma después de pocos minutos; esto incluye el corporal, el de las prendas de vestir y el aliento. Respecto a este último, es importante considerar que la ingesta o no ingesta de alimentos contribuye a ciertos procesos gastrointestinales que se manifiestan con un mal olor. Fumar y tomar café sin duda son hábitos que producen aromas característicos y no siempre agradables.
Las moléculas emitidas por la transpiración y aroma corporal se activan con el calor cuando usas la prenda por segunda ocasión, pero además de manera más intensa y concentrada; lo cual NO contribuirá en la proyección de pulcritud, higiene y limpieza.
Lo recomendable es preguntarle a alguien de toda tu confianza respecto a los aromas que te caracterizan; puede ser que obtengas información reveladora y probablemente incómoda, pero te aseguramos que tomar cartas en el asunto hará toda la diferencia en tus acercamientos con otras personas.
Grabarte en diferentes situaciones y contextos, con la finalidad de auto analizarte, será de gran ayuda en la efectividad de la comunicación no verbal. Como bien dicen “entre la palabra y el cuerpo hay que creerle al cuerpo”; difícilmente podemos controlar toda nuestra expresión corporal,
sin embargo, en la medida que nos conozcamos tendremos mayor dominio no solo de la gesticulación, también del uso de manos, piernas, movimientos de cabeza, desviación de la mirada, tensión facial, etc.
Recuerda que en la comunicación e imagen siempre buscamos la congruencia, la alineación del mensaje verbal y corporal. Usa tu cuerpo para “ilustrar” “enfatizar” y “reforzar” lo que estás diciendo o queriendo proyectar.
Movimientos repetitivos sin sentido o manipuladores (jugar con algún objeto, rascarse o acariciar alguna parte del cuerpo, jugar con el pelo, etc.) no solo son distractores, también son expresiones que relacionamos inmediatamente con inseguridad, timidez y ansiedad.
La forma en que escuchamos nuestra voz se da por dos vías: la aérea (el sonido emitido que viaja a través del aire y entra por el oído) y la interna, que se transporta a través de nuestra estructura ósea mediante los tejidos de la cabeza que, por sus características, refuerza las vibraciones de baja frecuencia, las cuales dan ese tono más grave a nuestra voz.
Debido a que la vía interna predomina solemos escucharnos con voz más grave. Es decir, tenemos la percepción de que nuestra voz es más grave de lo que es para las otras personas.
Vale la pena tomar en cuenta que el volumen de voz, tono, ritmo, énfasis y cadencia proyecta aspectos de nuestra personalidad, estado de ánimo y seguridad. Es importante que te observes en situaciones regulares y extraordinarias. La respiración, tono de voz, vibración y velocidad están ampliamente relacionadas; trabajar la respiración diafragmática es fundamental para el mejor control del desempeño verbal y fonético.
Lo antes mencionado son algunos de los estímulos que emitimos y que las personas interpretan, asocian o utilizan para generar una imagen de nosotros, así que tómalos en cuenta, pues entre más te conozcas ejercerás un mejor control sobre ellos y podrás usarlos estratégicamente a tu favor.