Hacer ejercicio con regularidad es una de las recomendaciones más frecuentes de los especialistas para cuidar la salud y prevenir enfermedades. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los adultos deben realizar al menos 150 minutos de actividad física moderada o 75 minutos de ejercicio intenso cada semana.
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Sin embargo, poner en práctica esta recomendación no es tan fácil como suena. Siempre surgen excusas y obstáculos. ¿Por qué, si el ejercicio es tan beneficioso, lo evitamos? Un grupo de científicos de Harvard asegura que no se trata de flojera, sino de biología.
El ejercicio como comportamiento moderno
El biólogo evolutivo Daniel E. Lieberman, profesor en la Universidad de Harvard, sostiene que los seres humanos no evolucionamos para hacer ejercicio por placer. En su libro Exercised: Why Something We Never Evolved to Do Is Healthy and Rewarding, explica que el esfuerzo físico voluntario con fines de salud o estética es un fenómeno reciente en nuestra historia evolutiva.
Durante miles de años, nuestros ancestros solo se movían por necesidad: para cazar, recolectar, sobrevivir o participar en actividades sociales como el baile o los juegos. Es decir, la actividad física era parte de la vida cotidiana, no un acto aislado y programado como ir al gimnasio.
“Evolucionamos para movernos, pero no para ejercitarnos”, explica Lieberman en The Harvard Gazette. “Gastar energía innecesariamente no era buena estrategia para un cazador-recolector. Por eso, hoy en día evitar el ejercicio no es sinónimo de pereza, sino una respuesta normal”.
Incluso él, como corredor habitual, admite que muchas veces tiene que obligarse a salir a entrenar. La clave, dice, es ser compasivos con nosotros mismos y entender que esa voz que nos dice “mejor mañana” forma parte de nuestra programación biológica.
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La evolución nos hizo ahorradores de energía
Datos oficiales muestran que solo el 25 % de los adultos en Estados Unidos realiza ejercicio en su tiempo libre. Según Lieberman, esto se debe a un instinto ancestral profundamente arraigado: evitar el gasto energético innecesario.
Una investigación reciente publicada en la revista Current Biology, liderada por su laboratorio en Harvard, comparó niveles de actividad física entre el siglo XIX y el XXI. El equipo estimó que hoy hacemos, en promedio, 27 minutos menos de ejercicio diario que hace 200 años, lo que representa una caída del 6 % en el metabolismo en reposo.
La causa principal: la tecnología. Autos, escaleras eléctricas, trabajos sedentarios y dispositivos que facilitan la vida también nos alejan del movimiento. Como señala el investigador Andrew K. Yegian, coautor del estudio, “hemos creado tecnología que hace ejercicio por nosotros”.
No necesitas correr maratones para estar sano
Lieberman también cuestiona algunos mitos modernos sobre el ejercicio. Por ejemplo, cree que no es necesario correr maratones ni levantar pesas extremas para obtener beneficios. “Solo 21 minutos diarios, cinco veces por semana, pueden reducir la mortalidad general en un 50 %”, explica, citando el Harvard Alumni Study, una investigación que ha seguido a miles de personas durante décadas.
Además, el estudio demuestra que cuanto más envejecemos, más beneficios obtenemos del ejercicio. En sociedades de subsistencia, los adultos mayores eran muy activos y contribuían al bienestar del grupo recolectando, cocinando o cuidando a los niños. Esta actividad prolongada ayudaba a preservar sus funciones físicas y cognitivas.
El dolor articular y el sedentarismo también tienen explicación
En cuanto a los miedos al dolor o lesiones, Lieberman señala que, si bien correr puede causar molestias si se hace mal, con buena técnica y fortalecimiento muscular no solo es seguro, sino que puede prevenir problemas articulares como la artrosis.
También aclara que el sedentarismo no es el enemigo en sí. Estudiando poblaciones cazadoras-recolectoras, descubrieron que también pasan sentados muchas horas al día, pero lo hacen de forma activa: cambian de postura, se levantan con frecuencia o se sientan en cuclillas. Lo importante no es tanto estar sentado, sino interrumpir el sedentarismo con movimiento.
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Cómo superar la resistencia natural al ejercicio
Lieberman propone tres estrategias simples para integrar la actividad física sin sentir culpa ni presión:
Evita la autocrítica: No moverte no es una falla de carácter, es una reacción biológica.
Hazlo social o necesario: Sal a caminar con amigos, juega con tus hijos o baila.
Cambia tus expectativas: No necesitas un cuerpo de atleta. Con pequeños esfuerzos regulares es suficiente.
“Evolucionamos para movernos toda la vida”, concluye Lieberman. “Y ese movimiento es clave para mantenernos sanos, activos y felices a medida que envejecemos”.