Cuando los científicos confirmaron hace 60 años que el cerebro generaba impulsos eléctricos, se creó el término “ondas cerebrales”. El cerebro genera impulsos eléctricos todo el tiempo; también el corazón genera corrientes eléctricas, y su gasto es mayor que las señales del cerebro. Los especialistas registran ambos tipos cuando estudian algunas enfermedades.
Es posible detectar los impulsos eléctricos del cerebro con un electroencefalograma (EEG). Se colocan varios electrodos sobre la cabeza no afeitada del paciente.
Éstos conectan a instrumentos que miden y amplifican los impulsos del cerebro en una serie de pruebas indoloras, que suelen tardar una hora. En primer lugar, el paciente está en reposo, con los ojos abiertos y luego los cierra.
Más tarde, se miden las reacciones mientras mira una luz brillante que titila. En ocasiones, se registran los impulsos del cerebro mientras el paciente está dormido.
De acuerdo con su frecuencia, las ondas cerebrales pueden formar una mezcla de dos o más patrones que se registran sobre papel con una aguja móvil. Cuando se está relajado y cuando se está despierto, aunque con los ojos cerrados, el cerebro emite ondas alfa.
Las ondas beta producen un patrón más complejo y se emiten cuando hay mayor actividad física. Si se realizan pruebas cuando se está dormido o anestesiado, la aguja marcará un patrón más espaciado y regular de ondas delta.
Las ondas theta, que son dominantes en los bebés, forman patrones semejantes pero más concentrados. En los adultos suelen indicar anomalías.
¿Por qué las bebidas alcohólicas afectan al cerebro?
La mayoría de las pruebas muestran que si se ingiere alcohol en cantidades moderadas, el cuerpo no sufrirá daños graves. De hecho, algunos estudios muestran que uno o dos tragos al día pueden beneficiar al corazón, reduciendo así el riesgo de enfermedades coronarias.
Muchos investigadores rehusan aceptar estos hallazgos hasta que se investigue a fondo y tienen razón al señalar los conocidos daños que el alcohol puede causar a muchos órganos del cuerpo.
Esta sustancia está ligada con enfermedades como la cirrosis hepática y la hipertensión. Es factor determinante en miles de accidentes viales y de trabajo con resultados letales, y se le atribuye una importante influencia en la violencia del hogar, el pandillerismo, las rupturas matrimoniales y el maltrato infantil.
El alcohol es una sustancia que actúa como depresora del sistema nervioso centraI, disminuyendo su actividad, lo que da como resultado menos ansiedad y una actitud más relajada y de mayor confianza; por esa razón el alcohol es consumido en muchos actos sociales.
Muchas personas creen que el alcohol aumenta su eficiencia. Como sienten más confianza en sí mismas, creen que son más competentes. Los estudios indican que tales sentimientos son mera ilusión. No hace falta más que un trago para afectar nuestras habilidades mentales y físicas, en particular la de conducir, que requiere de buena coordinación y mente alerta.
El alcohol actúa rápidamente porque atraviesa el sistema protector del cerebro, conocido como la barrera sanguíneocerebral, que depende de un ambiente controlado y consistente.
Muchas sustancias extrañas y ligeramente tóxicas penetran a diario en el torrente sanguíneo. Si alcanzaran el cerebro, lo dañarían inexorablemente. Debido a que la sangre actúa como barrera, estas sustancias compuestas de grandes moléculas no pueden pasar de la sangre al cerebro, como lo hacen en otros órganos.
Estos órganos están provistos de diminutos y porosos vasos sanguíneos. Las células sanguíneas del cerebro se conectan de tal manera que se fusionan. Mantendrán lejos las moléculas peligrosas, pero deben aceptar las pequeñas moléculas de oxígeno.
Al hacerlo, no pueden evitar que penetren otras sustancias de moléculas pequeñas. El alcohol es una de ellas. Si sus moléculas fueran más grandes, nunca lograría entrar al cerebro. No nos relajaría y es casi seguro que no lo beberíamos.