Manejando hacía mi trabajo escuché en la radio el comercial de un lápiz que tiene una capa que evita que las bacterias se acumulen en él y, por ende, protege a los niños de diversas infecciones. Suena bien ¿no? Una manera más de resguardar a nuestros hijos de los bichos. Pero de repente recordé lo que recientemente escuché por ahí: La hipótesis de la higiene.
Resulta que atravesamos una transición epidemiológica: Antes los niños fallecían por infecciones bacterianas, mientras que ahora lo hacen por enfermedades crónico degenerativas –donde se ubican las alergias– explica a Selecciones el doctor Jorge Higuera, director médico regional para Latinoamérica de Mead Johnson Nutrition.
“Las alergias pediátricas se han incrementado exponencialmente en el mundo y eso nos lleva a la hipótesis de la higiene: limpiamos tanto para que los niños no murieran de infecciones que nos llevamos las bacterias amigas del ser humano, las que tienen que estar en nuestro cuerpo para mantener la salud” precisa Higuera. Vivir en un mundo extremadamente limpio nos está resultando contraproducente. Y uno de los principales problemas de salud por este exceso de higiene es la alergia a la proteína de la leche de vaca (APLV), la alergia alimentaria más común durante la primera infancia.
Lograr un diagnóstico temprano, así como la posibilidad de ofrecer un tratamiento correcto y oportuno contra la APLV, es trascendental para la nutrición de los bebés. Para combatir esta alergia existe un probiótico o bacteria viva que al ingerirse por vía oral beneficia al ser humano. Este probiótico, conocido como LGG, es el más estudiado de la historia para tratar alergias. Una reciente investigación liderada por Roberto Berni Canani, investigador de la Universidad Federico II de Nápoles, Italia, comprobó que la adición del probiótico LGG a una fórmula de caseína extensamente hidrolizada acelera la adquisición de tolerancia a la proteína de la leche de vaca en 80 por ciento de los niños.
Las dos mejores –y naturales– maneras de colonizar el tracto digestivo de los bebés con el probiótico LGG son el parto y la lactancia materna. “Cuando el bebé pasa por el canal vaginal absorbe estas bacterias con la boca; lo triste es que en México el 70 por cierto de los nacimientos en hospitales privados es por cesárea, y esos niños están más en riesgo por ese inicio inadecuado de la vida” precisa Higuera, exjefe del departamento de Nutrición Especializada de la Unidad de Alta Especialidad del Hospital de Pediatría del Centro Médico Nacional Siglo XXI. La otra forma es través de la leche materna, que es rica en probióticos, prebióticos y simbióticos.
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