Supermamás 2014 – Regala sonrisas
Fabiola Kun decidió alegrarle el día a una persona pobre dejando pagado un café para ella en algún local, e invitando a todo el mundo a hacer lo mismo. Fabiola Kun, promotora de Café...
Experiencias como ésta motivan a Fabiola, de 44 años, para impulsar una iniciativa llamada Café Pendiente, en la que se invita a las personas a dejar pagado un café u otro alimento en un restaurante o cafetería para que los dependientes se lo den a personas de escasos recursos.
Fabiola estudió administración de empresas y decidió iniciar un negocio de páginas web y redes sociales con su esposo; sin embargo, el año pasado descubrió una tradición napolitana en las redes sociales que cambió sus planes por completo.
Desde hace más de dos siglos existe una costumbre especial en la ciudad de Nápoles, Italia: cuando un comensal está contento, se toma un café y deja pagado otro para ser obsequiado después a otra persona. Un grupo de restauranteros napolitanos decidió dar nuevo impulso a esta costumbre en 2008, pero lo que la volvió viral en las redes sociales fue el cuento Café pendiente, del italiano Tonino Guerra. “¿Tienen algún ‘café pendiente’?”, pregunta un hombre muy pobre al entrar en una cafetería. En el cuento se narra cómo los cineastas Federico Fellini y Vittorio de Sica se asombraron al conocer esta tradición napolitana, pues al principio no comprendían por qué la gente pagaba cafés y se iba sin beberlos.
La tradición del caffè sospeso empezó a difundirse en muchos países en 2013: Argentina, España, Francia, Canadá, Australia y Perú, entre otros. Cuando Fabiola la descubrió en las redes sociales, pensó: ¡Qué bonito sería ver eso en México!
Meses después Fabiola decidió averiguar qué había ocurrido aquí, y se sorprendió al descubrir que nadie se había organizado para introducir en México la tradición napolitana. “Pensé que yo podía hacer algo”, cuenta, “porque me dedicaba al negocio de las páginas web. Comprendí que desde mi trincherita podía hacer algo así”. Entonces se dio a la tarea de investigar cómo se había adoptado la iniciativa Café Pendiente en otros países, y se topó con la página web de Café Pendiente Argentina. Como le pareció interesante su forma de organización, se puso en contacto con ellos.
Los argentinos compartieron con Fabiola su manual operativo y logotipo, y ella adaptó éste para darle un toque local: una taza de café bajo un corazón blanco sobre un fondo de color rosa mexicano. Luego inició la creación de una plataforma en Internet y una página en Facebook.
“Nunca les pregunté a mis conocidos qué opinaban porque tal vez habrían dicho que estaba loca”, recuerda. “No se lo dije a nadie, y aquí están los resultados”. Café Pendiente México entró en operación el 12 de septiembre del año pasado.
Fabiola no imaginó lo que iba a conseguir en tan poco tiempo como promotora de esta iniciativa. Gracias a su entusiasmo y perseverancia por impulsar Café Pendiente, en sólo ocho meses se unieron al proyecto más de 450 establecimientos comerciales de todos los estados de la República, excepto de Nayarit, donde nadie se ha sumado todavía. Cada semana se unen entre 10 y 15 comercios más, donde los clientes pueden dejar pagado un café para alegrarle el día a otra persona.
Fabiola tiene dos hijos: Andrea, de 13 años, y Alexander, de 11. Aunque ha tenido que sacrificar parte del tiempo que pasa con ellos, siempre ha contado con su apoyo y con el de toda su familia. “Quiero mostrarles que con un poco de trabajo pueden lograr un gran cambio”. Los niños ven en ella a una mujer emprendedora y comprometida con la sociedad. Cuando Fabiola les cuenta anécdotas, ellos se sorprenden al saber que su madre ha hecho todas esas cosas. “Ha mejorado la imagen que tienen de mí”, dice la promotora. “Soy su mamá, los amo y los adoro, pero saben que puedo aportar algo no sólo a mi familia, sino también a la sociedad”.
La participación en Café Pendiente es voluntaria. Toda persona que esté dispuesta a regalar sonrisas puede unirse a la iniciativa. “Monterrey nos costó muchísimo trabajo”, dice Fabiola. “Había allí una voluntaria maravillosa, pero al principio no pasaba nada. No pretendo hacer esto yo sola. Quien desee ayudar, ahí están las bases. Es una forma sencilla de ayudar. Muchos quieren hacerlo, pero no saben cómo”.
El mayor deseo de Fabiola es que Café Pendiente no sea una moda pasajera, sino que se convierta en una tradición en todo nuestro país, tal como lo es en Nápoles. El sueño de Fabiola es hacer que la sociedad mexicana sea más incluyente y solidaria, pues no se trata sólo de ofrecer comida, sino de invitar a las personas a sentarse a la mesa y disfrutarla. “Antes las corrían, y ahora las invitan a pasar y las tratan como un cliente más, porque alguien ya pagó por ellas”, dice.
A Café Pendiente México se han sumado 40 coordinadores y 300 voluntarios en todo el país, quienes hacen posible que la cadena de ayuda se agrande. “Todos somos parte de esto”, dice Fabiola. “Incluso hay comercios que han tenido un aumento de hasta 35 por ciento en sus ventas desde que se unieron a la iniciativa”.
Fabiola no imaginó el impacto que tendría Café Pendiente en México, pero en muy poco tiempo los mexicanos demostraron su solidaridad y compromiso con esta clase de ayuda. “El nuestro es uno de los países donde hay más establecimientos”, afirma. “España, que empezó un año antes, tiene 500, y nosotros en tan sólo ocho meses alcanzamos más de 450”. Este número de participantes representa 16,000 cafés o comidas al mes, en promedio.
“El mexicano es muy solidario y quiere ayudar, pero debe contar con herramientas y un lugar para hacerlo que le inspire confianza”, prosigue Fabiola. La ayuda de las personas se queda en las localidades donde residen. La mayoría de los participantes son establecimientos pequeños: cafeterías, restaurantes y loncherías, entre otros. En Guadalajara, por ejemplo, se ofrece comida a los inmigrantes para hacer menos dura su larga travesía hacia el norte, y en Chihuahua se deja comida pagada para los nativos tarahumaras. La gente identifica a los grupos vulnerables y les brinda esta ayuda.
“Hay personas que buscan en la Red un establecimiento afiliado, llegan allí una mañana y preguntan si hay café pendiente”, dice Fabiola. “Luego le dicen al encargado: ‘Te dejo tres cafés pagados. Ya me voy’. Y se sienten contentos porque dejaron una ayuda esa mañana”.
El reparto de la ayuda se realiza de diferentes maneras: si los cafés o las comidas pendientes del día no se terminan, los dependientes de los establecimientos salen a repartirlos por la noche; alguien puede solicitar un vale por un café pendiente y dárselo a una persona necesitada para que lo canjee, y en algunos establecimientos grandes se lleva una cuenta de los cafés y comidas pagados cada día por la gente y a finales del mes se llevan a una comunidad de escasos recursos para repartirlos.
Café Pendiente no tiene fines de lucro ni relación con ninguna institución gubernamental. Es ayuda desinteresada de la gente para otra gente: brindar un mejor día a las personas que más lo necesitan.
Entre las anécdotas que le ha tocado vivir a Fabiola hay una de un niño al que le sirvieron una taza de chocolate caliente y una rebanada de pastel. El chico no daba crédito a lo que veía. Justo cuando había comido la mitad de la rebanada, preguntó si podían ponerle la otra mitad para llevar. Los dependientes pensaron que quizá no le había gustado.
—¿No te gustó? —le preguntaron.
—Sí —contestó el niño, pero quiero llevarle a mi hermanito.
Conmovidos, los dueños le dieron al niño una rebanada más.
Hay personas que ahoran quieren llevar a la práctica esta iniciativa en otros ámbitos, y no sólo en el de la comida: croquetas de perro pendientes, cortes de pelo pendientes, verduras pendientes, útiles escolares pendientes y libros pendientes.
Fabiola se maravilla con estas ideas, pues podrían aplicarse y beneficiar a un número mucho mayor de personas. Siempre se ha sentido apoyada por su familia en esta labor maratónica. Aunque realiza la mayor parte de la coordinación por Internet, invierte mucho tiempo y esfuerzo en ella. “Trabajo mucho”, señala. “Me apasiona esta tarea, y hasta tuve que dejar mi negocio de páginas web y redes sociales. De mis papás y mi esposo he recibido un apoyo incondicional. Todos están muy entusiasmados con lo que está ocurriendo”.
Si bien la pobreza y el hambre no se van a erradicar con esta iniciativa, sí mejorarán los días de mucha gente necesitada. “Nuestro lema es: ‘No se trata de cambiarles la vida, pero sí el día’”, dice Fabiola. Y así es. Todos los días muchas personas esperan la noche con una sonrisa en el rostro por el acto de ayuda y solidaridad de un amigo anónimo que decidió dejar pagado un café en algún lugar.
Si quieres unirte a la causa de Fabiola Kun, entra al sitio de Café Pendiente México: cafependiente.org.mx