A punto de cumplir 68 años y casi medio siglo como actriz, Susan Sarandon no deja de hacer películas y acometer nuevos desafíos.
Han pasado cinco años desde que asistió por última vez a la entrega de los Globos de Oro como candidata a ganar el premio a mejor actriz, por su trabajo en la película televisiva Bernard and Doris, y van ocho veces que la nominan para ese galardón. En el mismo hotel donde se celebró aquella ceremonia, el Beverly Hilton, en Beverly Hills, Susan Sarandon nos recibe acompañada de Penny, su perrita. Mientras nos habla de su carrera y de Tammy, la comedia en la que comparte cartel con Melissa McCarthy, no deja de lanzarle una pelota a Penny, la cual aparece brevemente en el filme. Aunque ya es una leyenda del cine (su carrera abarca cinco décadas y ha ganado un Oscar, luego de cuatro nominaciones previas), ante todo es una mujer de carne y hueso. Madre de tres hijos y flamante abuela, Sarandon, quien cumple 68 años este mes, siempre ha expresado sus ideas, lo que la metió en problemas en varias ocasiones. En su filmografía se cuentan clásicos como The Rocky Horror Picture Show, Niña
bonita, Atlantic City, Las brujas de Eastwick, Thelma & Louise y la cinta por la que se llevó un Oscar, Pena de muerte, y hoy es también una exitosa empresaria. Dueña en sociedad de Spin, una cadena de clubes de ping-pong en los que se puede cenar y beber un trago, pone tanto empeño en promover el tenis de mesa como en buscar nuevos retos como actriz. Además de Tammy, que se estrenó en julio pasado, tiene otros tres filmes en puerta: The Calling, en el que interpreta a una detective que intenta atrapar a un multiasesino; la película animada Hell & Back, y la cinta independiente Ping Pong Summer, en la que encarna a una ex campeona de tenis de mesa.
Últimamente ha estado muy activa. Después de casi cinco décadas de trabajar sin parar, ¿cómo mantiene el entusiasmo?
No es nada difícil, porque me interesa mucho lo que hago y porque siempre encuentro papeles que me dan miedo. Veo cada personaje como algo distinto, y me veo como una actriz de repertorio, a la que no le piden que se interprete a sí misma una y otra vez. El hecho de escoger papeles que me asustan en cierto modo me mantiene despierta. Uno se da cuenta cuando un actor no está interesado porque lo que hace se vuelve un poco aburrido. Si bien es cierto que cuando uno filma una película siempre está en manos del editor y nunca sabe cómo va a quedar el filme al final, considero que es importante comprometerse con lo que uno hace. Por eso a mí me funciona asustarme un poco.
Ha demostrado su talento como actriz dramática una y otra vez, pero la comedia siempre ha estado presente en su carrera…
Me alegra que lo recuerdes, porque de vez en cuando alguien me dice que soy muy graciosa y que tendría que empezar a hacer más comedias, y yo me pregunto: “¿Por qué no se acuerdan de todas las que he hecho a lo largo de los años?”
¿Es distinta la experiencia de hacer comedia a la de hacer drama?
Sí, la comedia es mucho más arriesgada. Las escenas de diálogo en una comedia a menudo son mejores con un contraplano, porque el timing entre dos personajes que conversan es muy importante. En Tammy, por ejemplo, hay una escena en la que hablamos frente a una escultura, buena parte en un contraplano, y si el editor no tiene sentido del humor o no entiende el timing, se pierde. A veces, lo único que importa son las pausas. En un diálogo, ella [Melissa McCarthy] confunde a Lance Armstrong con Neil Armstrong; hay una pausa, y yo digo: “Neil”. Si se hubiera sacado esa pausa, no sería graciosa. Por eso en la comedia uno está a merced del sentido del humor del director, del editor, del director de fotografía. Hace poco alguien me preguntó: “¿Por qué las actuaciones cómicas no se valoran tanto como las dramáticas? Un actor de reparto puede ganar un Oscar por una comedia, pero por lo general eso no sucede, aunque es mucho más difícil ser divertido que dramático.
¿Está más relajada como actriz hoy día que hace 30 años?
No. En realidad, se vuelve más difícil luchar contra el ego propio a medida que uno se convierte en una marca. Al principio de mi carrera, hice una obra de teatro en Broadway y no me preocupé en lo más mínimo, pero cuando tuve que volver a Broadway después de muchos años de ausencia, me resultó muy difícil. Cuando ya era la actriz Susan Sarandon y todo el mundo veía las películas que filmaba por verme actuar, me sentía aterrada. Sin duda era mi ego lo que me importaba, pero había mucho más en juego. Es que todo se vuelve más difícil cuando los demás esperan algo de ti, porque no te das la
libertad de equivocarte. Creo que por eso siempre estoy muerta de miedo cuando empiezo a filmar una película. Después de las dos primeras semanas de rodaje, comienzo a relajarme. Sin embargo, siempre tuve miedo y sigo teniéndolo, y me parece que está bien que me ocurra eso. Aunque también creo —y eso es algo que se nota en muchos actores a medida que se convierten en grandes celebridades— que la fama te vuelve más cohibido, y eso no es bueno para la actuación.
Si uno revisa su filmografía, da la impresión de que no le importa tanto ese asunto. Ha interpretado muchos papeles que no parecen estar en sintonía con su marca ni con su renombre.
Sí. Bueno, tal vez ésa sea mi marca, aunque nunca estoy en sintonía con ella. Pienso en cosas que me dan miedo; quiero hacer cosas que sean divertidas, trabajar con personas con las que deseo trabajar, y siempre trato de escoger papeles que sean diferentes. No sé si la gente los ve así, pero a mí me parecen muy distintos, y eso es lo único que realmente me interesa. Toda persona que piense que puede planear estratégicamente una carrera, se va a llevar una gran decepción. Hice muchas películas que valieron la pena, y aunque me alegro de que estén en mi filmografía, nadie quería que yo las hiciera, y no me pagaron nada por ellas, como The Rocky Horror Picture Show. Me pasé todo el rodaje en ropa interior, con un director debutante, y no era un buen guión, pero no acepté participar porque lo fuera.
No creo en desarrollar esta carrera como si estuviera invirtiendo en acciones. A final de cuentas, hasta las acciones caen, y uno no puede predecir cómo van a resultar las cosas; no se puede tener control sobre eso. Así que cuando alguien me pregunta si debe hacer o no algún papel, yo le respondo que, si es por dinero, si necesita comprar puertas para su casa, es totalmente válido hacerlo. Lo importante es saber por qué uno hace lo que hace. Si se trata de un personaje que a uno le interesa, o desea trabajar con ciertas personas, o mostrarse de determinada manera, siempre es válido. Pero no hay que hacerlo porque uno crea que va a salir de cierto modo o que va a lograr algo en particular, porque en esta industria todo es impredecible. Y eso es algo que en cualquier profesión se aprende muy rápido.