Bioarte: desafío al arte convencional con ciencia
El bioarte, creaciones que desafían al arte convencional, a la ciencia y al pensamiento
Al participar en el encuentro Arte en tus Genes, organizado por la Dirección General de Divulgación de la Ciencia (DGDC) de la UNAM, Eduardo González, investigador, puso como ejemplo la obra de bioarte más famosa jamás creada, el conejo Alba (del año 2000), una criatura modificada en cuyo ADN se insertó la proteína verde fluorescente (GFP) presente en ciertas medusas, la cual hacía que el mamífero brillara bajo focos de luz negra, como los usados en clubes nocturnos.
“Este animal fue idea del artista brasileño Eduardo Kac y, para desarrollarlo, solicitó apoyo de un laboratorio francés. La existencia de este ser de inmediato acaparó titulares e hizo que muchos comenzaran a cuestionarse sobre qué pasaría si fuera soltada en la naturaleza o si con esto el hombre no jugaba a ser Dios”, planteó.
Acerca de este potencial con tintes divinos —refirió el divulgador— Kac llevó esto un paso más allá con su pieza Génesis, de 1998, en la que tomó el versículo 1:26 de ese libro de la Biblia, el cual señala: “Dijo Jehová: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza, y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra”, para luego transformarlo a código Morse, y de ahí, a lenguaje de ADN a fin de introducirlo en bacterias E. Coli.
“Dichos bacilos fueron colocados en placas de Petri y sometidos a luz ultravioleta que los asistentes del museo podían irradiar a voluntad para provocar mutaciones. La idea era crear información genética artificial e introducirla en un ser vivo como una manera de rebelarse contra la naturaleza y la religión”, explicó.
Aunque para muchos pudiera sonar a excentricidad —dijo Eduardo González—, la finalidad es:
“Cada que se habla de bioarte se menciona al conejo Alba e incluso he llegado a ver carteles donde se analiza la pertinencia de los alimentos transgénicos con la imagen de este animal, que nada tiene que ver con el asunto. Eso me lleva a pensar que estas propuestas han logrado su cometido: empujar las fronteras de nuestro pensamiento a nuevas fronteras, lo que no está mal para un mamífero que brilla en la oscuridad”.
Las raíces del bioarte pueden rastrearse a inicios de siglo con el fotógrafo Edward Steichen, quien además de captar imágenes para revistas como Vogue, era un entusiasta horticulturista que cultivaba flores de la especie Delphinium, con las que creó decenas de híbridos que fueron exhibidos en las galerías del MoMA de Nueva York, en 1936.
En la charla impartida en el Museo de la Luz de la UNAM, el divulgador recibió muchos cuestionamientos por parte del público acerca de si estas obras, por caer en el ámbito de lo contemporáneo, no respondían a una definición laxa de lo artístico, y en respuesta señaló que el otro gran precursor del bioarte es un creador cuya técnica y virtuosismo nadie pone en duda: Salvador Dalí.
A decir de Eduardo González, una de las cosas que más le agrada del bioarte es cómo se conecta con la ciencia ficción y hace realidad lo que para algunos sería imaginería futurista.
Llegar a estas discusiones y verlas como un asunto serio y aterrizado en lo real en vez de algo de ciencia ficción es otra de las puertas que abre el bioarte.
“Deberemos ver en qué otros terrenos nos coloca, pues aquí no sólo se juega con la belleza de la ciencia, sino con sus posibles repercusiones. Su finalidad es despertar nuestra sensibilidad estética, inteligencia, curiosidad y pensamiento crítico.”, eDUARDO gONZález
FUENTE: UNAM Global