Gillette: inventor del rastrillo de rasurar Los hombres seguirían rasurándose todas las mañanas con las anticuadas navajas de barbero, de no ser por el estadounidense King Camp Gillette (1855?1932). Agente viajero que trabajaba en...
Gillette: inventor del rastrillo de rasurar
Los hombres seguirían rasurándose todas las mañanas con las anticuadas navajas de barbero, de no ser por el estadounidense King Camp Gillette (1855?1932).
Agente viajero que trabajaba en el Oeste Medio de Estados Unidos, Gillette se rasuraba una mañana de 1895 cuando concluyó que su navaja de barbero no era ni práctica ni segura. Notó que usaba sólo un pequeño tramo de la hoja y consideró lo peligrosa que era: podía degollar a un hombre. Y, además, le molestaba perder el tiempo afilando su navaja.
¿Por qué no crear una navaja de afeitar que nunca tuviera que afilarse?, razonó Gillette. Debía ser una del tamaño preciso para la rasurada, y tan barata que se pudiera tirar cuando se desgastara. Gillette recordó también las palabras de un ex patrón suyo, William Painter, quien inventó la corcholata (tapilla metálica con corcho, para botellas) Inventor y hombre de negocios, Painter opinaba que si se hacia un producto que se usara y después se desechara, el público regresaría por más.
Con el tiempo, Gillette y el ingeniero William Nickerson perfeccionaron la navaja de seguridad de dos filos, que se encajaba en una maquinilla especialmente diseñada, con mango y cabeza ajustable. Se garantizaba que las hojas, de acero ordinario, tenían filo para 20 rasuradas.
Gillette fundó la Safety Razor Company, patentó su rastrillo en 1901 y en 1904 lo lanzó al mercado de Estados Unidos. A la venta en joyerías, farmacias, ferreterías y en las nuevas tiendas de departamentos, los rastrillos y las navajas se vendían juntos en cajas. Las primeras maquinillas tenían mango con chapa de plata, y las más costosas ostentaban enchapado de oro.
Las ventas iniciales resultaron decepcionantes y la compañía lanzó una campaña de publicidad en periódicos y revistas masculinas de Estados Unidos y Europa, para que el público estuviera al tanto del nuevo invento. Hacia 1906, las ventas de rastrillos habían alcanzado la cifra de 90 000, y las de navajas, la cantidad de 12 millones.
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