Así es la vida: Papeles invertidos
Hace poco, mientras mi madre y yo almorzábamos en un restaurante, un niño que estaba en una mesa cercana lanzó varios gritos ensordecedores.
Papeles invertidos
Hace poco, mientras mi madre y yo almorzábamos en un restaurante, un niño que estaba en una mesa cercana lanzó varios gritos ensordecedores. Al ser yo una de cinco hermanas que nacieron en un lapso de seis años, le pregunté a mi mamá:
—¿Cómo te las arreglabas con todas nosotras?
Sin dudarlo ni un instante, me respondió:
—¡Era yo quien soltaba los gritos!
Janice Murrin, Canadá
¿Alguna vez has cantado a coro con los demás pasajeros de un autobús? Aunque lo hayas hecho, es muy improbable que tu anécdota pueda superar esta inspiradora historia ocurrida hace 65 años:
A bordo de un autobús casi vacío que transitaba por la Ciudad de Nueva York, un sobreviviente del campo de concentración de Dachau, Alemania, se esforzaba por entonar una canción incluida en un folleto guía titulado “Cómo hacerse ciudadano de Estados Unidos”, pero era penosamente evidente que no tenía ni idea de cómo pronunciar la letra ni cómo iba la canción.
Tras escucharlo por unos momentos, un hombre que estaba sentado cerca de él se levantó, tomó el folleto y le mostró en voz baja cómo debía entonar la canción. El conductor se volvió hacia ellos, sonriendo, y entonces él y yo unimos nuestras voces para interpretar el himno nacional de Estados Unidos.
Cuando llegamos a la Calle 64, la entonación de nuestro alumno había mejorado notablemente. Lo cierto es que tuvo tres excelentes profesores: el conductor, yo… y Bing Crosby.
John O’Keefe, Estados Unidos
Una tía mía, de edad avanzada, estaba sufriendo mucho a causa de una sinusitis que no la dejaba respirar, de modo que le sugerí que fuera a la farmacia y pidiera unos cristales de mentol para inhalar.
Al día siguiente, por la tarde, mi tía me telefoneó para contarme que la empleada de la farmacia no le había ayudado en absoluto:
—Le pedí lo que me dijiste, y la mujer me miró como si yo estuviera loca. Le expliqué que ese remedio te funcionaba muy bien a ti, y me aconsejó que te consiguiera ayuda.
—¡Vaya, qué extraño! —repuse.
—Sí, esa mujer era muy rara —contestó mi tía—. Le dije que haría una cita con mi médico y le pediría una receta para comprar esos dichosos cristales de metanfetamina.
Catriona McLeod, Reino Unido
Mi hijo, de 19 años, tiene dos empleos de tiempo completo para poder pagar su auto nuevo, así que trabaja hasta muy tarde todos los días.
Cierta vez, cuando fui a su habitación a recoger unos platos y vasos sucios, vi que su geco y su boa constrictora ya no tenían agua en sus tanques; luego noté que tampoco había grillos vivos en el de la serpiente. Como me preocupó que mi hijo no estuviera cuidando bien a sus mascotas, decidí darles agua limpia y hablar con él al respecto después.
Armándome de valor, pues sé que las boas muerden cuando tienen hambre, metí la mano con mucho cuidado en el tanque para retirar el recipiente de agua, atenta al menor movimiento. Al final respiré aliviada cuando volví a colocar el recipiente en su sitio dentro del tanque sin que la serpiente me mordiera.
Al otro día me enteré de que mi hijo había vendido el geco y la boa… ¡hacía varias semanas!
Karen Fesemeyer, Reino Unido