Preguntas que salvan relaciones y las fortalecen
Si de verdad queremos reconocer a un ser querido, tenemos que hacer preguntas que expresen interés real, y no solo por simple cortesía.
¿A qué hora te sentiste amado hoy? Cuando era mamá de tres preciosos niños muy pequeños y muy traviesos, había días que se me hacían verdaderamente eternos. Todas las mañanas mi esposo, Craig, se iba a trabajar a las 6 en punto. Verlo salir de la casa tan limpio y arreglado me hacía sentir muy bendecida, emocionada de poder pasar tanto tiempo sola con mis hijos y, al mismo tiempo, asustada y amargada de tener que pasar tanto tiempo sola con ellos.
Cuando mi esposo volvía a casa, a las 6 de la tarde en punto (en realidad regresaba a las 5:50, pero tardaba 10 minutos en sacar la correspondencia del buzón), cruzaba la puerta, me sonreía y decía: “¡Hola! ¿Cómo estuvo tu día?” Esta pregunta al instante me hacía recordar el abismo insalvable que había entre su experiencia de lo que era un “día” y la mía”.
La pregunta permanecía en el aire mientras yo miraba fijamente a Craig, el bebé me metía la mano en la boca, mi hijo mayor gritaba “¡mamá, ayúdame!”, y la niña de en medio lloraba en un rincón porque nunca de los nuncas la dejaba beber detergente líquido para lavavajillas (“¡Ni siquiera una vez, mami!”, se quejaba).
En esos momentos tenía yo la blusa de la piyama manchada de espagueti, el cabello sin lavar y un inquieto bebé sentado en mi regazo. Mis ojos se posaban en los juguetes esparcidos por el suelo y en las más recientes obras de arte pintarrajeadas por los niños en el refrigerador.
Me habría gustado contestarle a Craig: “¿Que cómo estuvo mi día? Se me ha hecho eterno. Hubo momentos en que sentí tanto agobio que pensé que mi corazón iba a estallar, y otros en que mis sentidos se encontraban bajo un ataque tan intenso que estaba segura de que iba yo a explotar.
Me sentía sola y a la vez desesperada por poder estar sola. (Conoce algunos secretos de las parejas casadas y felices).
”Estuve aburridísima y al mismo tiempo ocupadísima con tantas tareas pendientes. El día fue larguísimo pero no me alcanzó el tiempo. Fue un día muy ruidoso y también silencioso. Fue horrible y bello. Me sentí de maravilla, y luego, unos instantes después, peor que nunca. Esposo, cuando tu día depende totalmente de los estados de ánimo, las necesidades y los horarios de tres niños pequeños, traviesos y preciosos, es un día de experimentar todas estas cosas o ninguna de ellas. Pero no me estoy quejando. No intentes arreglar nada. No me gustaría que mis días fueran de otra manera”.
Sin embargo, solía estar demasiado cansada para decir todo eso, así que sonreía y sólo contestaba: “Bien”. Pero me ponía un poco triste porque el amor implica ser visto y reconocido, y Craig no me estaba viendo ni reconociendo. Me hacía sentir sola, así que acudimos a terapia.
Allí aprendimos a hacernos mejores preguntas el uno al otro. Si de verdad queremos reconocer a un ser querido, tenemos que hacerle preguntas que expresen esto: “No es una simple cortesía. Realmente me importa lo que quieres decirme y cómo te sientes”.
Si no queremos respuestas huecas, no hagamos preguntas vacías. Una pregunta atenta es la llave que abre el corazón de la persona a la que amas. Así que Craig y yo ya no nos preguntamos “¿Cómo estuvo tu día?” Después de algunos años de practicar hacer mejores preguntas, solemos decirnos:
Sí, suena raro al principio, pero no al cabo de un tiempo. No es más extraño que hacer preguntas huecas que suscitan siempre respuestas vacías. Ahora, cuando los niños llegan a casa de la escuela, no les preguntamos “¿Cómo estuvo tu día?”, porque en su día hubo un montón de cosas. Preferimos preguntarles:
Y nunca les pregunto a mis amigos “¿Cómo estás?” Mejor les digo:
Las preguntas son como regalos. Es la intención detrás de ellas lo que el receptor capta. El amor es específico. Cuanto más tiempo y atención dedicamos a las preguntas, más bellas se vuelven las respuestas. La vida es una conversación. Hagamos que sea buena.